lunes, 24 de marzo de 2014

Poemas abandonados

I

te escribo esta sonrisa
a la altura de un nido discordísimo 
la vida se vuelve una fiera dispar. 
un puente cuyo río crece y crece 
y esta lluvia que ya no me alimenta. 
te escribo esta ramita secándose 
esta mirada tiritando que debió ser mi voz calurosa
mi ademán de bienhabida puerta.
te escribo y me describo lejos
muy lejos


II

felices los que tiene guardia tibia, 
pero yo no sirvo sino para nombrar solamente 
y señalar y contar y hablar de todos y de todo 
(yo no puedo hablar nunca en primera persona). 
feliz el tiempo en el reloj
y la luz en el día o en la lámpara. 
felices todas las cosas que están en su sitio
pero yo soy un apagón inoportuno
un trueno sin lluvia
la sal en el plato vacío. 

III

a quién le importa el día, 
las nubes, la guitarra, 
a quién
la historia equivocada, 
el uniforme del yo al tú,
a quién le importa el río que se va, 
el dolor de la lluvia que viene 
a quién le importa. 

IV 

cuánta vena pidiendo alas
cuánta pupila un árbol
cuánta piel una boca verdadera
qué sol desperdiciándose 
qué alegría sin ganas sobre la arena 
qué mediodía-arpón me atraviesa hasta el infierno 
qué puntiaguda sombra contra el sol. 

V

no sé decir adiós, 
sé decir lejos. 
ubre del poniente
mi sangre sólo ocurre
un mediodía de noviembre 
(no sé sino amar desde un pozo sin cántaros.) 

cuando la lluvia es traicionada. 
no digo adiós, 
no sé decir adiós. 
sé decir hola aunque no me escuchen 
sé decir río aunque me tiren brasas
(ya Whitman dijo: 
"hay algo en cada uno 
que no obedece a los demás")
y sé esperar también 
aunque me sienta insoportable
ser todavía esta puerta abandonada. 

Cuaderno perdido, 1989 / Erguido a penas, 1991

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