lunes, 24 de marzo de 2014

Poema de los abuelos que se fueron



abuelo, Abuela,
hay horas que se quedan en los corazones
como banderas enlutadas
Hay días que se entregan
a la caricia del silencio y de los párpados
Hay instantes larguísimos
que el viento arrincona en los panteones
y noches que se rompen
con el recuerdo de las cruces y de los consejos.
Y entonces se siente que las canas blancas
y que el mundo le pesan las arrugas de hojas secas.
Se siente que el aire esta cosido
co el aliento de los viejos
Se siente que la luna se quiebra entre los árboles
y aplasta la noche con su lagrima cósmica
Y se siente el caer de las pupilas
por los minutos líquidos de tu pasado
                  abuelo, abuela.
El tiempo cerró su concha
sobre tus años sin fuerza
dejando en su golpe negro
una música de iglesia
¡cómo escanciaban el cirio
y la flor sus luces viejas
cuando se escondió tu vida
por entre la noche abierta!
abuelo, abuela!

Septiembre acomodó tu sangre
en mitad de su cuerpo 
y la asfixió entre su cintura de culebra 

abuelo 
y su día veinticinco, 
abuela,
te llegó hasta las venas 

con sus nubes vacías 
y las llenó con sus latidos 

diez días se juntaron con la muerte
y el primero se quedó en tus ojos
con su carga de ausencia,

abuelo, 
Dies días desprendidos de septiembre
y el último sopló sobre tu llama
para apagar tus pasos, 

abuela. 

te raptaron los extremos
de los diez días que soltó septiembre, 

la muerte se vino agazapando por tus días 
y te soltó en septiembre. 

en septiembre las cosas se fueron 
y te quedaste solo, 
sin casa, 
sin amigos
sin caballo 
sin tu maíz 
y sin tu esperanza 

     abuelo, abuela. 

Se vino deslizando por tus años la muerte

abuelo, abuela 
y de pronto
los pájaros terminaron a su sombra 
y emprendieron la huida su angustia 

¡ay, el nido roto 
                         y tu oración creciendo
abuelo, abuela!

sólo tú existes y no lo sabes
se te olvidó la siembra y la tortilla 
se te olvidó tu nombre y tu vestido
y estás desnudo
se te olvidan las cosas y estás muerto 
se te olvida la tierra que llevas a cuesta 
se te olvida tu muerte y s te olvida dios, 

                         abuelo, abuela.

pero tus pasos regados
sobre el sol y las cosas

pero tus palabras que saboreó la lluvia
pero el sudor que guarda tu sombrero 
y tu comal que me llevó el maíz hasta el estómago 

Pero el sol y la luna 
que supieron tu sombra 
se van por el camino de tu nombre 
con la voz en los ojos
para llorarle a tu silencio con el último pájaro. 

Revista Mexicana de Cultura, núm. 319, 16 de marzo de 1975, (Cuaderno Perdido, 1989)

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